Hace medio siglo
durante un breve recalmón en la batalla
fumamos entre los dos un pitillo -
el último de diez marca Woodbine
que me habían enviado envueltos en un periódico.
Liamos dos cigarrillos esqueléticos
y suspiramos contentos
mientras tragamos el humo,
llenándonos los pulmones con dulce esperanza.
Más tarde aquel día te mataron
y enterramos tu cadáver
allí en la montaña que da a Gandesa.
Cincuenta años después
todavía vagueas
en los márgenes de mi mente,
y haces repentinas incursiones
en mi nebulosa memoria.
Sin previo aviso aparece tu cara
y veo otra vez
la sonrisa permanente,
los ojos destellantes,
la mal afeitada barbilla.
Entonces recuerdo cómo te hallamos
caído sobre tu ya silenciada ametralladora.
En el bolsillo de tu camisa
había una pitillera vacía,
sin ni una fibra,
ni una miga de tabaco.
Me alegré en aquel momento
(y todavía me alegro)
que compartí contigo, Jorge,
mi último Woodbine.
J. Jump (Agosto 1988)
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